Huelva capital: otro escenario económico debe ser posible

En el momento de escribir este artículo de opinión aún resuenan los ecos de una efeméride tan emblemática como la del 12 de octubre. Las lecturas de lo que aconteció en tal fecha del año 1492 son diversas, como también los ángulos desde los cuales puede observarse. Me permito, en esta oportunidad, observar el hecho histórico desde una perspectiva quizás poco habitual, pero provechosa a los efectos del mensaje que pretendo construir y trasladar.

Viendo esa gesta como una empresa: tuvo un líder que asumió grandes riesgos y que no decayó pese a las enormes dificultades y fracasos previos; ese líder fue capaz de reunir en torno a si y a su proyecto quimérico a colaboradores que le siguieron y compartieron con él información relevante para el buen fin del mismo; fue apoyado y financiado por el poder del Estado gracias a que encontró a alguien que creyó en él e intercedió ante instancias influyentes: lo que hoy llamaríamos “networking”.

En suma: liderazgo, asunción de riesgos, complicidades, disponibilidad de información, red de influencias en las más altas esferas del poder. Estas circunstancias concurrieron aquí en aquellos años de finales del siglo XV. ¿Por qué si no fue elegido este lugar por D. Cristóbal Colón para intentar una aventura que no había encontrado eco en otros reinos? No fue casualidad.

Trasladándonos en el tiempo más de quinientos años, dar la vuelta a la situación económica de Huelva capital es el proyecto. Igual que D. Cristóbal buscaba abrir una nueva vía que conectara occidente con oriente, ahora hemos de encontrar una nueva vía para conectar el pasado y el presente con el futuro, reinventando una economía local en la que sus cimientos flaquean. Encontró (descubrió) algo que no buscaba, pero que en cualquier modo hizo cambiar el mundo; nosotros hemos de encontrar una nueva visión para la Huelva del siglo XXI que la haga cambiar profundamente: es tan necesario e importante como urgente. Ahí están las estadísticas de desempleo, nivel de renta, pobreza…

Para lograrlo, tomemos nota del hecho histórico y preguntémonos si se vuelven a reunir los ingredientes necesarios:

–              Liderazgo, que difícilmente puede ejercerse desde la división profunda de organizaciones políticas con vocación de gobierno y empresariales;

–              Asunción de riesgos, que no se toman más allá de cálculos electoralistas con la vista puesta en los próximos comicios;

–              Complicidades con la amplitud necesaria, que pasaría por compartir un proyecto de ciudad construido a partir de un proceso participativo abierto a la sociedad, sin confundir el todo con una parte o algunas de ellas, dando cabida en la mayor medida posible a las diversas sensibilidades e intereses;

–              Disponibilidad de información para alimentar este proceso, que difícilmente puede hacerse si los agentes del conocimiento y sus expertos no están íntimamente implicados en función de sus méritos y capacidades, sin sesgos de filias y fobias;

–              Influencia en las más altas esferas del poder, que se ve dificultada por la ausencia de peso político allí donde se toman las decisiones importantes (no es necesario, a estas alturas, recordar los tan traídos y llevados proyectos de inversión pendientes que revitalizarían la actividad económica local).

Aunque este panorama puede parecer desalentador, como observador de nuestra realidad percibo que algo está cambiando y puede alterarlo para bien: las bases sociales (preocupadas, inquietas, cansadas, desilusionadas, que reflexionan) se están organizando para elevar su voz. Quizás se ha llegado a un punto en que ya no es suficiente con una mejora del modo de gobernanza actual, sino que lo que se requiere es una manera de gobernar diferente: no tanto de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Esto pasa por la co-responsabilidad y por adoptar un rol más activo y menos conformista o complaciente como ciudadanos.

En otras palabras, abandonar el fatalismo, la pasividad y asumir que somos -en mayor medida de lo que solemos creer- depositarios de nuestro propio destino, pese a las resistencias que todo cambio profundo genera. El pensamiento único ha de dar paso a una visión más plural y rica, del mismo modo que la política como profesión ha de dar paso a una praxis de la misma como servicio temporal a la comunidad de que se forma parte.a dónde podemos llegar? ¿Es otra realidad posible? Debe serlo.

UN ARTÍCULO DE

Alfonso Vargas Sánchez

Catedrático de Organización de Empresas de la UHU

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