El problema de la posverdad

Un año más la solidaridad llena nuestros deseos de mejora y la ilusión por hacer más igualitaria la sociedad, aunque la cruda realidad nos muestra que aún estamos muy lejos de conseguir resolver las necesidades básicas de una parte importante de nuestra población. La pobreza va calando en nuestra tierra, tres de cada diez habitantes de la provincia de Huelva necesita ayuda para cubrir aspectos tan básicos como la alimentación, y tenemos una tasa aún mayor si nos referimos a otros tipos de pobreza como la energética, la laboral, la de salud, la educativa o simplemente la de tener un hogar donde vivir.

Por eso RESURGIR sigue siendo cada vez más necesario y nos muestra en su recientemente publicado libro cuánto bien ha sido capaz de hacer desde un deseo inicial, un sueño que con el esfuerzo de personas voluntarias que hacen una sociedad mejor, permite mitigar una de las lacras de nuestra sociedad, la exclusión y la pobreza.

Y es que a veces la realidad queda oculta tras las noticias, creemos que vivimos en el mundo casi idílico que nos presentan los medios de comunicación, las redes sociales y otras formas de recibir información como el cine o la televisión, y no vemos lo que tenemos justo al lado.

Estamos en una nueva era a la que llamamos de la información, pues es el principal recurso con el que contamos, incluso en términos económicos, y ya el 85% de la población activa en el mundo trabaja sólo con información. Pues bien, por el uso y abuso de la información nos llega un problema al que de momento no somos capaces de poner solución.

Hoy ya casi no podemos discernir lo que es cierto de los que no lo es, nuestra sociedad se ha hecho cada vez más artificial, más teatral, huidiza de la verdad, cuando no fingidora y farsante, en la que la hipocresía y los intereses ocultos dominan los actos de muchos. Es más, ha surgido un nuevo concepto, la Posverdad, que se puede convertir en un gravísimo problema pues nos puede ocultar otros asuntos según ciertos intereses y que no veamos la pobreza de nuestro alrededor.

¿Y qué es la Posverdad? Se trata de un concepto difícil de definir, pues se refiere a la emisión de información falsa, o al menos no contrastada, con el objeto de influir en el comportamiento de las personas que consumen dicha información. Se apela a emociones sin importar los argumentos o la veracidad de lo que se dice.

Nos encontramos ante un problema filosófico, Platón ya dijo que en su mito de la caverna que la verdad no depende de nuestras opiniones, que es un bien superior que siempre existe, aunque la Posverdad hace que ya no tengamos una idea tan clara de lo que es verdad y no lo es.

El mundo de la información en general y el periodístico en particular han venido a lo largo de los tiempos transitando en el filo de la navaja sobre lo que es cierto y lo que es opinable o influenciable en los lectores, si bien, gracias a la deontología periodística se respectaban ciertos límites intentado contrastar la verdad de la información o matizándola cuando no se estaba seguro. Al pasar la difusión de la información a ser un autoservicio en que todos pueden poner y coger información a través sobre todo de las redes sociales, ya no hay quien discrimine la calidad de la información y todo es posible y factible.

Ahora echamos de menos la importancia de los periodistas como tamizadores de la calidad de la información, pues ésta se ha convertido a veces en una droga, es más, en una droga adulterada que tiene como objetivo fundamental extremar las emociones y provocar comportamientos que con la simple verdad no se producirían.

Pero este no es el problema, las personas siempre han contado “chismes” ciertos unas veces y otras no, lo realmente importante es que esa transmisión de la información falsa se está convirtiendo en un arma letal para el mundo civilizado.

¿Cómo decidir en las votaciones democráticas si la información sobre la que tomar decisiones está adulterada? Esto han pensado aquellos que quieren aprovechar el río revuelto de las conspiraciones y utilizar la Posverdad para horadar a personas, empresas, países y todo lo que se quiera alterar.

El nuevo terrorismo es el de la información, ahora los activistas que delinquen sólo tienen que lanzar mentiras a la red y esperar que la gente, que aún no está preparada para discernir ciertos contenidos, se las crea.

Ya no hace falta ni siquiera decir “miente, que algo queda”, hoy se falsea pues seguro que alguien se lo cree a pie juntillas. Todo el día tomamos decisiones y lo hacemos según la información que tenemos, si ésta no es veraz podemos equivocarnos gravemente. Así piensan los regímenes políticos que quieren utilizar la guerra de la información con el arma de la Posverdad. Rusia o Corea del Norte ha decidido interactuar en el mundo occidental y alterarlo adulterando su principal bien de consumo, la información: los nuevos terroristas solo necesitan un ordenador y abrirse miles de cuentas en redes sociales.

Y lo peor está por llegar, a mí al menos es lo que más me preocupa, pues existen centenares de miles de perfiles falsos es redes sociales que dan información ficticia para confundirnos, y el problema se agrava pues ahora son máquinas, robots, los que están enviando esa “información adaptada” en función de nuestros sentimientos. Por ejemplo, si yo doy me gusta cada vez que veo un perro en las redes sociales, me mandan que tal político o empresa maltrata a dichos animales con fotos e información evidentemente incierta, pero que mucha gente cree. Estamos iniciando una guerra en las que hombres y máquinas nos van a engañar con la Posverdad, ya la democracia está en un serio peligro, basta ver sus resultados cada vez más extravagantes.

Y lo preocupante es que ahora hay mucha gente que necesita ayuda, aquí a nuestro alrededor, y tal vez no lo lleguemos a saber, pues con la posverdad quizás algunos pongan nuestra atención en otros temas pretendiendo que no veamos la realidad de nuestro entorno.

Afortunadamente, instituciones como RESURGIR y revistas como ésta son cada vez más necesarias, pues nos muestran una realidad que la otra verdad, la pretendidamente oficial, y ahora también la posverdad, nos ocultan.

UN ARTÍCULO DE

Francisco José Martínez López

Catedrático de la Universidad de Huelva

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