No ha sido fácil para nadie pero seguimos navegando ¡y cada día con más fuerza!

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La pobreza es invisible y sigue enquistada en España, en Andalucía y especialmente en Huelva

Después de muchas vicisitudes, seguimos navegando.

Hemos vivido situaciones difíciles y momentos de calma: empezamos en el 2019 con la pandemia, confinamiento, mascarillas, ERTES, vacunas, guerra de Ucrania, devastadores efectos del cambio climático, sequía, aumento de los intereses de las hipotecas, aumento del precio de los alquileres, de la luz, el gas, inflación exagerada que ha sumido en la pobreza a miles de familias… Hay más contratos indefinidos, pero gran parte de ellos son a tiempo parcial o discontinuos.

Durante el confinamiento, Resurgir siguió abierto y atendiendo a las familias que lo necesitaron, siempre con las máximas medidas de seguridad sanitaria y con el apoyo del voluntariado más joven y algunos trabajadores voluntarios de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Huelva.

Nuestro agradecimiento a esas personas que se unieron a nosotros y también al Ayuntamiento de Huelva, que ha mantenido el convenio de colaboración durante ocho años y con ello hemos podido atender a cientos de familias todos los meses. No podemos decir lo mismo de la Diputación provincial, que a pesar de la fuerte demanda de la gente de los pueblos de la provincia de menos de 20.000 habitantes, no hubo manera de renovar un convenio que habíamos mantenido desde 2009 y que sirvió, en los años anteriores al confinamiento, de apoyo inestimable a cientos de familias de la provincia.

Por primera vez tenemos una mujer alcaldesa de Huelva, Pilar Miranda, con una sensibilidad especial para los más desfavorecidos y siempre cercana, apoyando nuestra labor. Confiamos plenamente que seguiremos trabajando junto con el Ayuntamiento de Huelva, aunque la cantidad se ha quedado corta para atender a tantas familias por la inflación.

Por otra parte tenemos un nuevo Presidente de la Diputación, David Toscano, que tiene experiencia en nuestro común trabajo durante varios años, como alcalde de Aljaraque.

La pobreza es invisible y sigue enquistada en España, en Andalucía y especialmente en Huelva, así como la desigualdad entre los que están situados, instalados, en un lado de la orilla y los otros, que no llegan a mediados de mes.

El 38,7 por ciento de la población andaluza está en riesgo de pobreza o exclusión social. En total, 3,27 millones de personas que tienen muchas dificultades para afrontar el día a día. Y casi un 16 por ciento de los andaluces vive en hogares que sobreviven con una tasa de pobreza severa. La situación, además, empeoró durante la pandemia: según los datos de Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN-A), en 2021 hubo 157.294 personas más en riesgo de pobreza que el año anterior, un incremento de un 1,8 por ciento, bastante por encima de la media nacional.

La Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN-A) ha presentado un informe en el que pone de manifiesto la difícil situación que atraviesa la provincia de Huelva, con una brecha salarial creciente. Pero pone en valor la efectividad del escudo social. (Estos son datos publicados en octubre de 2022).

Desde Resurgir seguiremos en primera línea atendiendo, acogiendo y escuchando a las familias usuarias, y esperamos que la Diputación Provincial recupere su compromiso solidario con los más vulnerables y tengamos un efecto multiplicador al esfuerzo común.

Manuel García Villalba
Presidente de la Asociación Resurgir

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Manuel García Villalba

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Hemos de saludar a la vida cada mañana pase lo que pase, porque la actitud de agradecimiento nos está responsabilizando con nuestro entorno. Pasamos, en poco tiempo, de celebrar el día de santos y difuntos, que dependiendo de las diferentes culturas se manifiestan de distinta manera, desde la tristeza y el recogimiento de estas fechas, o celebración y comida compartida alrededor del sepulcro del finado, a la alegría en la espera, del nacimiento del que para muchos es un referente irrepetible, Jesús de Nazaret.

Pero sin apartarnos de la profundidad de sentimientos sociales o religiosos, hay otros conceptos que no debemos pasar por alto y son la gratitud y el optimismo. Decía R. Emerson “la medida de la salud mental es la predisposición a encontrar lo bueno en todas partes”. Y es que el optimismo, es la aptitud positiva, que apuesta por confiar en tu capacidad, en colaboración con el entorno y así es como todo fluye, percibiéndose implicada esa capacidad, por propio placer y disfrute, con una gratitud responsable, que debemos contagiar a los demás.

Bienaventurados los que se ríen de sí mismos, porque nunca les faltarán motivos de qué reírse. Una de las emociones que nos distingue a la especie humana es el sentido del humor y la expresión de la risa, aunque por motivos educacionales o de influencia, hayan sido encasillados o poco valorados. El humor tiene un gran efecto terapéutico, benditos aquellos que llevan la alegría y buen humor a niños y ancianos en hospitales, bendita la sonrisa que recibes del chico del semáforo pese a su pobreza y dificultad, porque no solo ayuda a otros, sino que revierte en nosotros mismos.

Hemos de considerar por tanto, que el buen sentido del humor deberíamos escribirlo con MAYUSCULA, porque refleja la situación de cada persona y solo por la dicha de vivir, debemos contagiar y repercutir en los demás, aptitud que también nos responsabiliza con el entorno y si la vida se nos da gratuitamente, también debemos ser capaces de entregarla con alegría y delicadeza. El buen humor es también la capacidad de crear aptitudes positivas de la nada y en momentos de crisis como la que vivimos, económicas pero también de valores, son tan importantes como el propio intelecto, no tachándola a veces de poco oportuna o virtud menor, como si estuviera vedado un canto de alegría, antes que una crucifixión permanente.

Saludar a la vida cada mañana es sentir la brisa que está pasando ante una ventana que abres al presente, sin más futuro que lo que en ese instante acontece.

“Si quieres ver sonreír a Dios, cuéntale tus proyectos”, o como decía Chaplin “la vida es una tragedia si la contemplamos de cerca, pero una comedia si se contempla desde cierta distancia». Es en el término medio donde estaremos bien colocados.

Leonardo Valladares Domínguez

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Economía y ecología

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El objetivo principal de la economía en este momento es el crecimiento económico. Este se mide a través del Producto Interior Bruto (PIB) de modo que el norte que dirige la actuación de nuestras sociedades es que este último se incremente sin freno. Cabe recordar que el PIB es lo que producimos en un país en un año, de modo que tener como norte que este se incremente cada vez más, es buscar que año tras año tengamos “más entre todos” y esto conlleva en sí mismo un problema ecológico. Porque para producir bienes y servicios, precisamos de tres elementos esenciales. El primero es el trabajo. Sin actividad humana puesta al servicio del producir no se puede hacer nada. El segundo es lo que los economistas denominamos capital, que puede describirse de una manera más sencilla como herramientas, maquinaria, instrumentos e infraestructuras. Es decir, todas aquellas cosas que fabricamos para que nos faciliten la producción de otras. En tercer lugar precisamos de recursos naturales: minerales, madera, animales, etc. Es decir, todos los bienes que nos proporciona la naturaleza sin los cuales no podemos producir absolutamente nada.

Incrementar la producción sin fin puede hacerse de dos maneras. La primera es mejorando la productividad, es decir, logrando con los mismos recursos que la producción aumente. El segundo, es incrementando el número de factores de producción que tenemos. Esto es, utilizando más trabajo, más herramientas o máquinas o instrumentos, e incrementando el uso de los recursos naturales. El trabajo depende de las personas con las que contamos para la producción, el capital de lo que ahorramos y dedicamos no a producir bienes para el consumo, sino para fabricar aquellas cosas que no sirven para producir otro. El problema ecológico nos llega, entre otras cosas, por la utilización creciente de los recursos naturales. Si estos pudiesen utilizarse sin desgastarlos como sucede con la energía solar, el viento o las mareas, no tendríamos ningún problema ecológico ya que su utilización no los gasta ni los desgasta. Siempre los tenemos ahí a nuestra disposición los transformemos o no en energía (que suele ser su uso más habitual). Sin embargo, estos recursos son la excepción. La mayoría de ellos se desgastan o agotan con el uso. Una vez utilizados no pueden ser usados en otra ocasión.

A pesar de ello, algunos de estos recursos pueden renovarse y podemos mantener la cantidad de recursos a pesar de utilizarlos. Me estoy refiriendo, sobre todo, a aquellos que derivan de seres vivos. Nosotros podemos cortar árboles para utilizar su madera, pero si plantamos otros al mismo tiempo, no tenemos por qué acabar con la madera ni con los bosques. Lo mismo sucede con cualquier recurso natural proveniente de una planta o de un animal. Todos se reproducen y si los matamos a menor ritmo que su reproducción, puede hasta incrementarse la cantidad del recurso a pesar de que lo utilizamos. Sin embargo, existen otros recursos naturales en los que ya no sucede lo mismo. Cuando utilizamos gasolina en nuestros automóviles, ese petróleo ya no puede volver a ser utilizado, se ha acabado, no lo recuperamos. Existen recursos que se agotan con su uso y ya no hay posibilidad alguna de que se reproduzcan o se vuelvan a utilizar.

Podríamos pensar (y algunos así lo afirman) que existen progresos que pueden hacer que coexista un crecimiento económico sin que se agoten los recursos existentes. Se basan para decirlo en la existencia de tres elementos que pueden hacer que produzcamos más sin necesidad de utilizar más recursos naturales. El primero es los avances tecnológicos que conllevan incrementos de productividad (es decir, se puede producir lo mismo utilizando menos recursos o visto desde otro prisma, se produce más con los mismos recursos). El segundo es el incremento del reciclaje y la reutilización que puede hacer que la basura generada por la sociedad se transforme en recursos para producir más bienes en el futuro. El tercero es la utilización de fuentes energéticas renovables como pueden ser el sol o el viento, de este modo podemos incrementar nuestra capacidad energética (necesaria para producir más) sin utilizar más recursos perecederos. La combinación de estos tres elementos es la que, según estas personas, va a lograr que sigamos produciendo más y más sin agotar los recursos de la tierra porque logramos el crecimiento sin utilizar más recursos.

La confianza en que estos avances suponen la posibilidad de un crecimiento económico infinito peca de ingenua (a mi entender) por dos motivos principales. El primero es que aunque mantuviésemos el uso actual de recursos naturales anuales, este no es sostenible durante siglos y siglos sin que se agoten, ya que la tierra es limitada. El segundo y más poderoso es que, además, esto no se da. En el periodo transcurrido entre 1950 y 2010 la producción mundial por habitante casi se ha triplicado1, al mismo tiempo, la utilización de recursos naturales se multiplicó por más de cuatro2. Esto quiere decir que a pesar de los avances tecnológicos importantes que se han dado en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI y del incremento del reciclaje y de las tecnologías limpias, la utilización de recursos naturales se ha multiplicado por cuatro y las previsiones de la Agencia Europea del Medio Ambiente son que este uso de recursos se duplicará de nuevo para 2050. Dicho de otra manera, a pesar de los tres factores que frenan la utilización de recursos naturales, esta crece imparablemente de modo que es imposible compatibilizar a largo plazo el crecimiento económico con la reducción de la utilización de recursos naturales.

Es por ello que no podemos crecer ilimitadamente. La cantidad de recursos que existen en una sociedad limitan nuestra capacidad de producir más. No podemos incrementar la producción de una manera indefinida porque corremos el riesgo de agotar los recursos del planeta. Lo oímos constantemente: especies animales y vegetales que se extinguen, minas que cierran porque ya no queda mineral, desaparición de masa forestal a nivel global… Es difícil compatibilizar el crecimiento ilimitado con la limitación de recursos existente. Cabe preguntarse si lo que necesitamos es seguir investigando y haciendo esfuerzos para lograr crecimiento económico sin utilizar tantos recursos, o realmente la clave está en cambiar el objetivo económico de nuestras sociedades. Desde mi punto de vista, buscar la sostenibilidad de un objetivo insostenible (crecer ilimitadamente, lograr tener más y más entre todos año tras año) solo puede lograrse cambiando el objetivo hacia el que dirigimos nuestra economía. Buscar un objetivo económico que no sea por si mismo insostenible.

Este objetivo no debe centrarse en el tener, sino que esto hay que ponerlo al servicio de la persona. Porque para ser más persona y más libre no hace falta una cantidad exagerada de recursos, hace falta tener lo suficiente para vivir, para llevar una vida digna en el entorno en el que nos encontramos cada uno de nosotros. Por ello es necesario cambiar el objetivo económico para pasar desde ese “tener más entre todos” que buscamos en estos momentos, a un modelo económico que busque como su principal objetivo que “todos tengan al menos lo suficiente”. Cuando este es el norte económico al que dirigirse el desarrollo no se mide entonces por tener más, porque se incremente la producción sin freno, sino porque consigamos que no haya pobres, que los que menos tienen obtengan al menos lo suficiente.

Y este es un objetivo compatible con la conservación del medio ambiente en sí mismo. En la medida que para tener lo suficiente no hace falta producir más y más de una manera ilimitada, el objetivo es totalmente sostenible a largo plazo. No necesitamos tener cada vez más, no precisamos utilizar más y más recursos para generar crecimiento económico, podemos vivir con una producción estable que sea suficiente para que todos cubran sus necesidades y si a esto añadimos los avances ya nombrados con anterioridad (tecnologías eficientes, reciclaje, reutilización y energías renovables) nos lleva a que la cantidad de recursos utilizados se pueda reducir año tras año. Cuando el concepto de desarrollo cambia, el problema ecológico que supone la búsqueda infinita de crecimiento se evita y se deja a un lado. La economía deja de ser un problema para el cuidado de la creación y la explotación infinita de nuestros recursos deja de ser lo normal. Necesitamos modificar el horizonte de nuestra actuación económica para poder cuidar de nuestra creación y lograr que la economía sea compatible con el cuidado medioambiental. Mientras que el fin último de nuestra organización económica sea el crecimiento económico, difícilmente podremos lograr este sin deteriorar cada vez más la casa común en la que todos vivimos.

NOTAS[su_divider top=»no» style=»dashed» divider_color=»#5d3d0c» size=»1″]

  1. http://www.ggdc.net/maddison/maddison-project/home.htm
  2. Global megatrends Intensified global competition for resources (GMT 7) http://www.eea.europa.eu/soer-2015/global/competition (consultado el 19 de Abril de 2017)

UN ARTÍCULO DE

Enrique Lluch Frechina

Profesor de Economía de la Universidad CEU Cardenal herrera

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Voluntarios de vida

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Al pie de la vida va el alma cargada de sonrisas,
sonriendo al espasmo en la tormenta
y al deshonor de los miedos. El voluntario
es el dios que el hambre espera
con un gesto calmo y unas manos repletas
de ansiedades.

Son hombres de agallas de la tierra
que se juegan con los otros la esperanza,
que no se conforman con límites;
son mujeres que tiemblan en cada palabra
y se duelen cuando les supera la carencia.
Son seres espirituales donantes de tiempo
con bondades abiertas,
son voluntarios del TODO, curtidos en la dolencia
y el menester, crecidos de hombros hacia arriba
con la libertad del pensamiento.

Son seres que se escapan del concepto
manoseado de humanidad,
que algo más inmenso que la sangre
les riega la emoción.
Son nuestros santos héroes de cada día.

A todos los que hacéis posible el día a día de este pequeño milagro, ¡gracias!

UNA APORTACIÓN DE

Ramón Llanes

Poeta onubense

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Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza

Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza

Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza

Cristo se hizo pobre

Dios ha querido arreglar este mundo tan injusto, lleno de desigualdades, por el camino de la pobreza voluntaria del Hijo de Dios, que siendo rico se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (2Co 8,9). Es más, la realeza de Cristo emerge con todo su significado más genuino en el Gólgota, cuando el Inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios. Su completo abandono al Padre expresa su pobreza total, a la vez que hace evidente el poder de este Amor. Cristo se ha vaciado completamente de sí mismo por amor al hombre, se ha despojado de su condición divina… hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz (Flp 2,6-8).

Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del sí” de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2,24; Lv 5,7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan. Cuando comenzó a anunciar el Reino, lo seguían multitudes de desposeídos, y así manifestó lo que Él mismo dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres” (Lc 4,18). A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: “¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!” (Lc 6,20); con ellos se identificó: “Tuve hambre y me disteis de comer”, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s)1.

Posteriormente, los primeros cristianos, tras haberse encontrado con el Señor Resucitado y haber recibido el Espíritu Santo, “vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hch 2,45). Estas palabras muestran claramente la profunda preocupación de los primeros cristianos por las diferentes necesidades. El evangelista Lucas describe sin retórica la comunión de bienes en la primera comunidad2.

De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad3.

Discípulos pobres

Ha habido ocasiones, sin embargo, en que los cristianos no han escuchado completamente este llamamiento, dejándose contaminar por la mentalidad mundana. Pero el Espíritu Santo no ha dejado de exhortarlos a fijar la mirada en lo esencial. Ha suscitado, en efecto, hombres y mujeres que de muchas maneras han dado su vida en servicio de los pobres. Cuántas páginas de la historia, en estos dos mil años, han sido escritas por cristianos que, con toda sencillez y humildad, y con el generoso ingenio de la caridad, han servido a sus hermanos más pobres. Entre ellos destaca el ejemplo de san Francisco de Asís, al que han seguido muchos santos a lo largo de los siglos. Él no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos. Él mismo vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión. Este testimonio muestra el poder transformador de la caridad y el estilo de vida de los cristianos4.

El Santo Padre Francisco no se cansa de decirnos que los pobres tienen que estar en el centro de la vida de la Iglesia5. Es más, ha instaurado la Jornada Mundial de los Pobres para hacer presente esto mismo en cada país, en cada diócesis y en cada parroquia.

Y, en este sentido, nosotros somos los primeros pobres. No olvidemos que para los discípulos de Cristo, la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de él y con él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos (cf. Mt 5,3; Lc 6,20). La pobreza significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales. La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad. Es la pobreza la que crea las condiciones para que nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales, a pesar de nuestras limitaciones, confiando en la cercanía de Dios y sostenidos por su gracia. La pobreza, así entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales, y también vivir los vínculos y los afectos de modo generoso y desprendido6.

Se trata, por tanto, de que un pobre, tú y yo, ayude a otro pobre, tienda la mano a los otros pobres, para encontrarlos, para mirarlos a los ojos, para abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. El Padre nuestro es una oración que se dice en plural: el pan que se pide es “nuestro”, y esto implica comunión, preocupación y responsabilidad común. En esta oración todos reconocemos la necesidad de superar cualquier forma de egoísmo para entrar en la alegría de la mutua aceptación.

Esta actitud de “pobre” de cada uno de nosotros nos abrirá mejor a la fe, a la necesidad de Dios, a su bendición, a su Palabra, a la celebración de los Sacramentos y a un camino de crecimiento y de maduración en la fe. Y esto mismo, antes de nada, es lo que tendremos que ofrecerles a nuestros hermanos pobres: una atención religiosa privilegiada y prioritaria7. No podemos descuidar lo que nos es propio: llevar a todos hacia Dios y hacia la santidad8.

Instrumentos de Dios

Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo9. En relación con los pobres, no se trata de jugar a ver quién tiene el primado en el intervenir, sino que con humildad podamos reconocer que el Espíritu suscita gestos que son un signo de la respuesta y de la cercanía de Dios. Cuando encontramos el modo de acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. Lo que necesitan los pobres no es protagonismo, sino ese amor que sabe ocultarse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres. Quien se pone al servicio es instrumento en las manos de Dios para que se reconozca su presencia y su salvación10. Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto. “Si alguno que posee bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3,17).

A veces somos duros de corazón y de mente, nos olvidamos, nos entretenemos, nos extasiamos con las inmensas posibilidades de consumo y de distracción que ofrece esta sociedad. Así se produce una especie de alienación que nos afecta a todos11. Necesitamos, el silencio de la escucha para poder reconocer la voz de los pobres. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aun siendo meritorias y necesarias, están dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. Estamos tan atrapados por una cultura que obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que pensamos que basta con un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos, sin tener que comprometernos directamente12.

Por último, debemos alabar y animar a aquellos cristianos, como la Asociación Resurgir, en Huelva, que espontáneamente se ofrecen para ayudar a los demás hombres. Más aún, es deber de todo el pueblo de Dios, animado y guiado por la palabra y el ejemplo de sus obispos, aliviar, según las posibilidades de cada uno, las miserias de nuestro tiempo y de nuestra ciudad; y esto hay que hacerlo, como era costumbre en la antigua Iglesia, dando no solamente los bienes superfluos, sino aun los necesarios13. El espíritu de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio de la Iglesia de Cristo.

NOTAS[su_divider top=»no» style=»dashed» divider_color=»#5d3d0c» size=»1″]

  1. Santo Padre Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, n. 197, 24 noviembre 2013.
  2. Mensaje del Santo Padre Francisco en la I Jornada Mundial de los Pobres, 13 junio 2017.
  3. EG 186.
  4. Mensaje del Santo Padre Francisco en la I Jornada Mundial de los Pobres, 13 junio 2017.
  5. Cf.EG 198.
  6. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 25-45.
  7. Cf. EG 200.
  8. Mensaje del Santo Padre Francisco para la II Jornada Mundial de los Pobres, 13 junio 2018.
  9. Cf. EG 187.
  10. Mensaje del Santo Padre Francisco para la II Jornada Mundial de los Pobres, 13 junio 2018.
  11. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, n. 41, 1 mayo 1991.
  12. Mensaje del Santo Padre Francisco para la II Jornada Mundial de los Pobres, 13 junio 2018.
  13. Constitución Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual del Concilio Vaticano II, nn. 88-90, 7 diciembre 1965.

 

UN ARTÍCULO DE

Jacob Martín Rodríguez

Sacerdote onubense. Actualmente Rector del Seminario Redemptoris Mater de Córdoba

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Al igual que me pasara con Ernesto Cardenal, quise buscar desde ángulos parecidos, fuentes de información sobre aproximación histórica en torno a monseñor Oscar Arnulfo Romero. Y quién mejor que alguien que le conoció bien, con quien compartió encuentros y confidencias y así evitar caer en ese concepto tan de actualidad que se da en llamar la post-verdad (la verdad, decía Platón, “es un bien superior”)y no depende de nuestras opiniones que hace no tener tan claro lo que es o no verdad, pues aquella se refiere a la emisión más o menos contrastada, con el objeto de influir en convencimientos a la sociedad. Por tanto, me remito a lo que relata esa fuente: la periodista teóloga y escritora cubana/nicaragüense María López Vigil en su libro Piezas para un Relato (1993), hecho a base de testimonios vividos en primera persona, contados desde que aquel cipote (niño), jugaba a hacer procesiones y que forman parte de la verdad histórica hasta su asesinato.

Cuenta que en una de las visitas que Romero hizo al Vaticano, para buscar apoyo ante las violaciones a los derechos humanos cometidos por el gobierno del Salvador y los escuadrones de la muerte, confesó a la entonces corresponsal en América Latina lo decepcionado que volvió del encuentro con el Papa Juan Pablo II.

Hubo una discusión de tipo político entre monseñor y el Santo Padre: Juan Pablo insistía en la necesidad de llevarse bien con aquel gobierno opresor y corrupto, mientras Romero denunciaba que se estaba masacrando al pueblo, así como presentaba abundantes documentos al Papa informándole lo que estaba ocurriendo y obteniendo respuestas como aquella en la que a la vista de esas carpetas, llegó a tomar actitudes tan nefastas y de todos conocidas –“Monseñor, no tenemos tiempo para leer tantas cosas, no venga aquí con tantos papeles”-. Dice María que en un encuentro con Romero, ya de regreso del Vaticano, le contaba con amargura que después de tantas dificultades para ser recibido “se sintió como hijo maltratado por su padre”. (mi visión personal es que aquellos conflictos distraían la atención del Pontífice, con intereses más cercanos al Báltico).

Aquel sacerdote, en principio neutral y amigo de los ricos, que hizo que los propios militares y oligarcas lo propusieran al Vaticano como obispo, se puso del lado de los pobres que clamaban justicia y vida ante un abismo de dolor y muerte y que redundaría en una masacre en el centro de San Salvador. Un año después, fue asesinado el jesuita Rutilo Grande, y a partir de entonces ya no volvió a ser nunca, aquel sacerdote al servicio de ricos de misa y comunión diaria e interpretación privada de la ley, poniéndose al servicio de los pobres, con un protagonismo cada vez más intolerante a un sistema que ejecutaba campañas de difamación y amenazas o también presiones recibidas de la propia iglesia, aún siendo conocedora de asesinatos de compañeros sacerdotes y que al fin provoca que su nombre ocupe primeros lugares en las listas de los famosos Escuadrones de la Muerte.

Jamás cuidó su seguridad personal, reconociendo, eso sí, que nunca había tenido tanto amor a la vida y tan poca vocación de mártir. Un 24 de marzo, cuando ponía punto final a la homilía, en una misa de difuntos en la capilla de un hospital de cancerosos y ante un puñado de fieles, le fue llegada la hora: un pistolero al servicio de Roberto Aubinssón, fundador del partido Arena, le disparó atravesándole el corazón, cayendo a los pies del altar y entregando su vida al servicio de los pobres.

Estoy seguro de que ya hace mucho tiempo, en una América latina que continúa convulsa, sigue inspirando cambios, sueños y veneración, sin necesidad de consideraciones para hacerlo santo pero sí elevarlo al lugar que siempre debió ocupar y ser suficientemente reconocido (he ahí la rapidez para unos y el silencio para otros).

Un Domingo de Ramos de 1980, los salvadoreños lo despidieron en una ceremonia multitudinaria que fue interrumpida por disparos y bombas arrojadas por los cuerpos de seguridad y que causaron 40 muertos y centenares de heridos. Está enterrado en la catedral de un pobre país de Centroamérica en el olvidado sur y con un tiro en el corazón .Al año siguiente se iniciaría una guerra que duraría doce largos años y es que, después de 20 siglos, el mensaje de Jesús de Nazaret sigue más actual que nunca. Aquel que nos dice cada día “paz a vosotros” también nos interpela a cambiar en favor de “los nadie” y denunciar en su nombre la injusticia y atentados contra la vida.

 

UN ARTÍCULO DE

 

Leonardo Valladares Domínguez

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